La tía Mareclina y yo.


La tía Marcelina y yo
(Estrofa Primera) (Acto I)
Por Claudia Bürk (A. T.)


23 de mayo del año del señor 2012 a las 10:45h

Llamabase Marcelina
de mi padre lejana prima.
Seca, espigada,
quejumbrosa, reumatizada,
de senos desaparecidos,
y la retaguardia, ¡Ay! ¡Cuán aplastada!


Para completar el panorama
escogiendo guapos y feos
no podía ser contratada.
Pues mi tía Marcelina
con disimulo la apodaban,
¡Desdentada! ¡Desdentada!,
Como Buzón de correos.


¡Apunten acertando!
Teniendo presente lo ahora sabido
que, si alguien se ha conmovido
de éstas sus adversidades
no tarde, ruego y suplico,
en verter libremente, lágrima conmigo.


Era criticada, con reservas y disimulo
ser más terca que una reata de mulos.
Impasible a palos y afectos,
y llena, llenita, a reventar
de otros muchos defectos.


La pura y necesaria verdad
ampliamente justificable;
pues ocultarla, lo siento, es imposible
debido a una poderosa razón
reconocida hasta en el Vaticano:
allí donde por lo que fuere no lucía,
suplíalo con envidiosa humildad,
sinceridad y grandísimo corazón.


A estas especiales lides
a todas sus paisanas ganaba,
demostrando espontaneidad
e inigualable pundonor
conociendo, como no ignoraba,
saberse cruelmente burlada.


Marcelina, triste y desolada
No conseguía demostrar
sus locas ansías por amar,
¡Imposible, lejano amante!
Todo por culpa de una vecina
que engatusó al presunto pretendiente
achacoso, viejo chulo ignorante.

Tuvo ciertamente fortuna
Pues, a la desvergonzada tuna
Pronto ese la dejó más que plantada,
Llenita, llenita y bien preñada.


(Segunda Estrofa)
Sufriendo de vergüenza
haber sido sin pudor suplantada
por una viciosa cualquiera,
enterró deseos y sentimientos
en las profundidades de su alma.


Dejó de suspirar,
de soñar apasionados amores,
ansias y revolcones,
inconfesables caricias,
entregas y …¡Perdones!

Negó de por vida
recordar aquel engaño,
eludiendo decir la verdad.
Mantuvo la lengua retorcida
y los traicionados anhelos
sepultados en la eternidad y lejanos cielos.


Durante la claridad del día
fuere este nublado o lluvioso
conseguía
sin mucho éxito disimular
el intenso dolor que sentía
imposible de consolar.
Mezclando en su cotidiano conversar
chistes y tontos sucesos,
difíciles de creer y peores de asimilar.


Llegada la noche
encerrada en el hostil dormitorio
acariciaba, empero, amorosa la almohada:
compañera confidencial de ilusiones.
Profundos sus suspiros y ardientes las ambiciones,
añorando sentirse adorada
por aquel aprovechado tenorio.


A nadie confesó, toda ella muy prudente,
escarmentada y desconfiada
que perfumaba lecho y ambiente
sábanas y edredón,
cómplices de insatisfechos ecos de amor,
al esperar siempre impaciente
prometido, esposo o aunque fuere amante
pronta a complacer consciente
si el esperado pretendiente
pasara, primero, por el altar.


Mi padre,
de estos sentimientos ignorante,
consumía su vida sentado
tragando anuncios de televisión
filmes aburridos y algún que otro culebrón.




(Tercera Estrofa) (Acto II)
El tiempo, infatigable
tenaz e irresponsable
prosiguió con su avance
aumentando edades
y vientres espectaculares.


La gestante vecina
aislada de la comunidad,
paseaba su panza
bajo amplias faldas
cohabitando sin esperanza
ser nuevamente admitida
en las tertulias cotidianas
de la agrupación vecina.


Sus andares cansinos,
inseguros e irregulares
necesitados de mayores caminos
semejantes en dimensiones
cual nacionales autopistas vulgares.

Buscaba entre la vecindad
inútilmente y por desgracia
quién ofreciera por caridad
una simple palabra de amistad.


Con anterioridad al escándalo
conoció ocultos secretos
de aquellas mujeres
infieles y adúlteras.
Vislumbró asimismo traiciones conyugales
y también inmorales abortos a centenares.


Ahora, aprovechando la ocasión,
todos centraban sus maldades
en aquella desgraciada inexperta
que ofreció inocente su natural y único don
pagando con creces
los escasos segundos de su pobre pasión.


Fueren hombres o mujeres
limpios de conciencia,
debieron comprometerse a adoptar
al que a no demasiado tardar
vendría a aumentar
gastos y número familiar.


Marcelina, mi señora tía,
simulando aprensión y desprecio,
espiaba de reojo a su particular malvada
al tiempo que de forma inconsciente
palpaba en sí su exiguo y extraplano vientre,
deseando un milagroso trasplante.


Se sumaba al historial de la despreciada
pues no vienen solas las desgracias
historia, solo por el doctor conocida:
fue también infectada de sida
al consentir la penetración
sin el uso de un simple condón
cegada por una promesa
indigna y sin corazón.


Demacrada, por falta de asistencia
fuere de personas o vacunas
perdíase lentamente
de este mundo impenitente
plagado de seres inconscientes
coexistentes en historias indecentes:
puestas a la venta, naturalmente,
con regalos y curiosos complementos
si contribuían personalmente
a las aportaciones oportunas.


Tras largas horas de dolores
espasmos y contradicciones
falleció en el parto,
minutos tras el instante
de ver por primera y también por última vez
a su indeseado infante.


Indigente y adeudada
de pies y cabeza
en hipotecada y vieja mansión,
se acogió al recién nacido
en una más que precaria situación
berreando este a pulmón partido
con tantísima fuerza, rabia y lamentos
que hizo temblar los cimientos.


La asistencia de curiosos
cotillas y arrugadas comadres
se apretujaban fuera, en la calle,
sufriendo estoicos y pacientes
las inclemencias del tiempo
en el más absoluto silencio.
Pegadas materialmente las orejas
detrás de ventanas y oxidadas rejas.
Noticias que comentar
Formaban apretados grupos y parejas
cultivaban finamente rumores jugosos
a su gusto e invención.


El doctor, no más que un anciano veterinario
hábil y siempre dispuesto,
Comunicó a la acreciente masa expectante
que el nuevo y flamante individuo a censar
una vez, cristianamente bautizado
por él mismo, a dedo, designará a quién para adoptarlo.


11:35 horas



Al igual que la anual epidemia gripal
propagándose en ambientes propicios
incubando gérmenes mortales
el fallecimiento de la mujer
motivó inquietud en muchos hogares:
pudientes y pobres,
en la funeraria y en el cementerio,
al existir intereses y desacuerdos
por hallarse de pagos al descubierto
desde que conocieron su embarazo.


Simón, el triste enterrador
conocidísimo en la comarca,
en España y en el extranjero
tuvo sus más y sus menos
con el avaro alcalde del pueblo
por negarse a satisfacer el dinero necesario y obligado para el sepelio.


Verse libres de problemas
crearon otros inconvenientes
siendo el más urgente
encontrar una rápida solución
ubicando al pobre huerfanito
un hogar cristiano y decente.

Simulando infructuosas reuniones
y horas de sueño
donde apareciendo ciertas discrepancias
cruzaronse veladas acusaciones,
determinaron gracias a su empeño
señalar, bajo secreto de votación,
nombre y apellido de la persona
única y mejor cualificada
para aceptar la adopción.


Viejos odios y rencores
satánicamente bien unidos
escribieron un “sí” en los votos en blanco
y en los negativos, siendo en minoría,
obscenas frases rezumando impudores,
sorprendiendo a los reunidos
al creer que una mano vengativa
consiguió adulterar la decisión.


Casi siempre surge una solución
cuando se persigue un propósito
por increíble que parezca,
al saber que cerca, muy cerca
conseguirán solventar el problema
traspasándolo al inocente designado.


Sabían las brujas conspiradoras
que su víctima cedería,
al haber sido elegida
por una gran mayoría.




11:55h

III
Cual regalo navideño anticipado
conociendo por gracia unánime y colectiva
en sesión plenaria de mandamases y jerarcas
a pesar de la escasa y ridícula oposición
fue aprobada y con rapidez rubricada
anticipándose a inútiles reclamaciones
autorizando la oportuna adopción.


Faltó únicamente el señor cura
aquejado, por desgracia, de fuerte constipado,
y devorado por altísima fiebre,
sospechando entre lucideces
ser miserablemente burlado
por haber sido olvidado en el sermón pasado
privando su única e influyente opinión
denegando semejante salomónica decisión
rebosando odio e intereses.


En formación de cuatro en fondo
marciales posturas y braceos militares
recorrían plazas y calles
interrumpiendo el terribles tráficos
ausentes de urbanos y semáforos,
riéndose de vociferantes afectados,
bien fueran peatones o gentes rodando,
dispuestos a levantar el dedo mayor,
al menor acto de rebelión.


Dispuestas a cumplimentar su cívico deber
de sincera amistad y muy buen querer
marchaban resolutas y decididas
alzando la barbilla, los ojos bien fríos, hipnotizados
barrigas fláccidas, o exageradamente abultadas,
los senos, grandes o pequeños
vacíos de contenidos, exageradamente colgantes
piernas cortas y bastante peludas
las más largas, hábilmente rasuradas
la mayoría de ellas patizambas, renqueantes,
ajenas todas ellas a sus inmensas virtudes
murmuraban entre ciertos huecos dentales
impopulares canciones y extrañas oraciones
aprendidas de memoria durante las noches
pasadas en blanco, faltas de acompañante
dador de necesidades calmantes,
renunciando expresamente y durante años
entonarlas por las mañanas, en ayunas,
para evitar amargas arcadas y retortijones.


El centenar de ancianos
pensionistas y jubilados
sonreían regocijados
asistiendo bastante alejados
más prudentes que aconsejados
de aquella esperada demostración
entre gigantes y enanos.
Pues así fueron bautizados
con más acierto que razón.



12:22

IV

Multitud de curiosos y mirones
venidos de todos los rincones
de cercanos pueblos y aldeas
abarrotaban la ruta a seguir.
Padeciendo las inclemencias del tiempo
inestable por ser el loco diciembre
sumándose a brutales golpes
y empujones a discreción
por el anhelo de ocupar y conseguir
ser, las mujeres en particular, las primeras
dispuestas a toda costa impedir
que se colaran por delante de ellas
conquistando y defendiendo
lugares de preferencia,
ignorando si recibían excusas sinceras
disculpas o humildes perdones.


Los aplausos fueron en aumento
acompañados de toses y estornudos
incluida alguna risita de hiena
y relinches mulares y de burros
creando sanas envidias animales.
Si alguno de estos por casualidad
estuvieron en las cercanías
en el establo o cercana ciudad.


Varios reporteros
de radio, prensa y televisión
observaron con máxima atención
quienes, entre bulliciosa concurrencia
mereciese ser citada
ofreciendo, con toda seguridad
convertirse en estrella afamada,
en un tiempo de nada.

Mi tía Marcelina
alarmada por aquella ruidosa algarabía
temiendo posible desgracia,
el fin del mundo o revolución dominguera
dejó de zurcir y remendar
antiquísimos vestidos del ajuar
que jamás logro estrenar,
pasada ya su mocedad
perteneciendo ahora
a recuerdos que lamentar.

Curiosa asomó la nariz por su ventana
abarcando de una sola mirada
la multitud allí reunida
entonando ahora contagiosos vítores
con más fuerzas que con ganas.


13:42h
V

Su humilde apellido y nombre
inscrito con algunas dudas el siglo pasado
para muchos desconocido antes
coreado por guturales voces.
Horadaban sus gastados oídos, nidos de cera
despertando un par o tres de sentidos
almacenados por no haber sido utilizados,
en el instante apetecido
traicionada por el único hombre
que acercándose a ella con nocturnidad
fue con toda ilusión el escogido.


Terriblemente asustada
sintió que su débil cuerpo temblaba
reacio a reaccionar
ante aquel inusitado panorama
angustioso e irracional
siendo ella, Marcelina,
la víctima a sacrificar.


Caída de rodillas,
Las manos estrechamente unidas, prestas a orar,
suspiró en silencio
vertiendo primeramente lágrimas
para a continuación dejar en libertad
estéricos gemidos de angustia
capaces, por si solos de provocar
un nuevo diluvio universal.
Pues de comenzar a emplear
el verbo equivalente a llorar
no hubiera habido forma de salvar
ni a ella, ni tampoco a los demás.


Convencida de su próxima muerte
siendo inocente delante de Dios y alguna gente
maldijo su mala suerte
al verse privada de un juicio imparcial.
Así pensaba ella, lamentablemente
negándosele, en teoría, un buen abogado
defensor de la justicia.
Fuese éste pobre de bienes y fortuna
justo y bien honrado, también incorrupto
de débiles, desahuciado, e indigentes
si éstos, delante de la ley fueren inocentes.


Sonrió de aquel súbito pensar
salido, ignorando de qué lugar
arrastrando consigo la esperanza
dificilísima de poder conservar,
por ser, eso, un simple y bello sueño,
un sueño deseando ser realidad.




(Continuará en breve)

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