Carta de amor a ti

Querido mío;

Esta mañana, al despertar, he tenido la impresión de que alguien sacudía con insistencia mi hombro. Por un momento lamenté que sólo fuera un engaño, seguramente surgido de mi hábito por dirigirme a ti aunque no pueda alcanzarte con mis humildes sentidos. Es una costumbre que adquirí desde bien pequeña, y desde entonces has presidido mi existencia, día tras día, noche tras noche.

Creo habértelo dicho ya: prefiero tu agónico silencio, a las palabras de aquellos en los que habitan demasiadas cosas dichas, que a lo sumo, acaban siempre acotadas por el embuste. En cierta ocasión también te mencioné que tan sólo existe realmente aquello que es pensado y evocado. Por eso te hablo tanto, para darte vida. Poco importa que por ahora no contestes.Cada día lo haces a tu manera. Yo me doy la réplica en tu nombre. En el fondo, sé que es sólo una cuestión de concentrarme y esperar. Pues aunque parezca una utopía, más de una vez, tal y como me ha sucedido esta mañana, he llegado a percibirte con tanta fuerza como llego a sentir la brisa del mar azotándome el rostro. Son instantes efímeros, muy breves, pero reales e intensos. De súbito, te materializas, de tal manera que incluso puedo percibir tu aroma, tu mirada -halo de luz-, tu contorno, y hasta observo los ademanes que te atribuyo con mi imaginación. Sólo es cuestión de calcular tus medidas: el óvalo de tu rostro, el brillo de tus ojos, la anchura de tu espalda, largura de torso, piernas y brazos… Y hoy, al despertar, he experimentado nuevamente uno de esos momentos. Era lo mismo que tenerte conmigo, créeme y así hubiera querido seguir horas y horas, de no haber sido por culpa de las endiabladas manecillas del reloj, que como punteros encabritados me señalaban la hora de vuelta al trabajo.

Fiel a mis manías protocolarias, abandoné mi inmersión en entelequias, para emprender mis rutinas de siempre. ¿De verdad debo mantener las costumbres para que la vida no se me desmorone? ¡Pero si mi vida ya se ha derrumbado demasiadas veces, por mucho que la haya ornamentado con estúpidas trivialidades! Porque la lepra del tiempo, de los imprevistos y de los percances acaba por contagiar a cualquier rutina. Ni en sueños me hubiera imaginado que andando el tiempo, mis deseos quedarían relegados para siempre. Y las realidades ya no pueden ahora con los recuerdos, excepto contigo. Pues tú eres llanura, libre de recuerdos. ¿Cómo recordar a quien nunca se ha conocido en el mundo al que me has traído?

Me queda la satisfacción de contemplarte eternamente sin el peligro de recordar, sin ese dolor punzante que evocan las nostalgias únicamente con la esperanza de encontrarte. Por eso continuaré atravesando las paredes y el espacio con el pensamiento, y cada uno de mis sueños se trasladará de esa manera a tu faz, estés donde estés:iré a lindar con tus deseos. Y algún día, tal vez, nuestras miradas se crucen para caer de lleno hacia nuestros anhelos, para chocar de bruces con nuestros corazones, y por ello, tendré paciencia, aguardándote día tras día y noche tras noche. Porque tan sólo soñarte y lo que circunda, tienen una permanencia exacta en mi vida.

Te quiero desde siempre, hasta la noche de los tiempos
C.

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