Castiga a los que tienen envidia haciéndoles bien.
De repente, un día dejas de hacer lo que hacías o lo haces
escondida del mundo: escribes y dejas pudrir tus escritos en un rancio cajón.
Lo haces sólo para ti…Te quedas en tu abismo, brillando para las cucarachas.
Cuándo desde bien pequeño te pusieron la zancadilla cada vez
que destacabas sobre el resto, pronto aprendiste que la conformidad, “la
uniformidad” y llevar un disfraz de igualdad es el proceso por medio del cual
los miembros de tu grupo social te harán cambiar los pensamientos, tus
decisiones y todo tu comportamiento con tal de hacerte encajar con la opinión
de la mayoría. Hasta te avergonzarás de tu creatividad con tal que nadie te
ponga en escena.
Si calzas zapatos distintos y transparentes, por nada del
mundo bailes en presencia de los envidiosos, podrían dejarte cojo.
Muchas veces, seres humanos excepcionales toman caminos
trillados por los que transitan la mayoría de los necios con tal de no ser
boicoteados. Evitan sobresalir a toda costa. Esconden sus cualidades, las
pisotean, con tal de resultar creíble y aceptado.
Formamos parte de una sociedad (por no hablar de “éste
país”…) en la que se tiende a condenar el talento y el éxito ajeno. Pese a las comillas que empleo; voy a decir
bien alto que en España los creativos y
brillantes son pasto de ratas disgustadas, que harán todo lo posible para
hacerte caer de morros y romperte la crisma.
La envidia no hace más que poner el foco sobre las propias
carencias. Y desde luego hace falta muy poca imaginación para inventarse
motivos y lanzarse a criticar a alguien para así matar a su miserable baja autoestima.
Mucho mejor haría ése en mirarse a sí mismo y preguntarse si no convertir la
envidia en estímulo de auto mejora. Pero muy pocos son capaz de mirar dónde les
pica. Existe un verdadero mal en el mundo y es el desconocimiento de sí mismos.
Pero lo peor no es eso; es que tampoco somos capaces de la necesaria auto
crítica; la que nos haga evolucionar. Debería saberse que las decepciones nos
abren a nuevos retos. Y que ver a alguien brillar, nos puede empujar a lograr
lo propio. Debería comprenderse que cometer errores y equivocarse no es motivo
de vergüenza, sino de adquirir cualidades. Aquellos que destacan, han cometido
muchísimos errores y los han reconocido. Es por ello que me gusta alabar la
imperfección.
Es la luz, no la oscuridad en alguien, la que a los otros
atemoriza. Si brillas, pronto serás hombre muerto. Por todo ello, la triste
costumbre de algunos de nosotros de encogernos, de hacernos pequeños, con tal
de que los otros no se sientan inseguros cerca nuestro.
Pero llega un momento en que te arrancas las máscaras que te
han obligado a llevar y las lanzas al fuego y te juras a ti mismo, que antes de
volver a ser otro te quedas solo por el resto de tu vida. Las personas
brillantes, casi siempre están muy solas…
I-VI- MMXIII
(Sub umbra floreo: C. Bürk)
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