Tres almas y un billón.
Pronto
ya no sabremos hasta dónde la avidez recaudatoria es capaz de llegar: he aquí
las manos vacías de éste mendigo a la espera de cualquier moneda, que por
pequeña que sea, le saque de su miseria por unos míseros instantes de mordiscos
contra algo comestible. He aquí un alma que simboliza una vergüenza que
esconder. He aquí unos ojos que jamás vieron mil euros juntos en su vida. Los
mismos mil euros que se le reclaman por pedir en las calles para subsistir en
este mundo en que los grandes saqueadores le han dejado desamparado. Mil euros
que ni tiene ni tendrá jamás. Pedirle peras al olmo. O sencillamente peras a un
peral raquítico al que le han retirado el agua sin piedad. Los alcaldes no
tienen corazón. Encajan bien en el conjunto gubernamental inclemente. Persiguen
a los pobres con multas, solo por eso, por ser pobres. Estrujan lo inestrujable;
matando más que mata el tabaco o el cáncer.
Crecen
los mastodónticos casinos, mientras mueren los pobres y se multipliquen los
viciosos, los zalameros y puteros.
A esta alma que vemos aquí, en apuros, se le
pretende multar al igual que millones de pobres más, que extienden sus manos en
las calles por no tener más remedio, porque unas cuantas sanguijuelas de las
altas esferas les han condenado a su atroz situación. Un negocio redondo, el de
los políticos: el de forzar al indefenso a infringir reglas impuestas con fines
recaudatorios. Entre eso y ver cada día a más almas expulsadas de la sociedad
empujadas a la miseria, desahuciados y sin trabajo, uno empieza a sospechar que
a lo que aspiran los gobiernos es a despojar al mundo de los de abajo. Quizás
con el objetivo de que sólo queden vivos sus pijos votantes, a los que se sumen
un puñado de indiferentes y otro de ignaros. El espíritu totalitario se huele
en el aire, apesta, nos roba el aire, nos pone la soga al cuello. Riámonos de Hitler,
de Franco o de Stalin. Los sablistas de ahora no son menos crueles, menos
dictadores, con la única diferencia de que, por ahora, aun no les ha dado por
gasearnos ni fusilarnos, esto es, que recurren a la estrategia de cocer a la
rana en el agua, calentándola poco a poco, para que no salte. Todo cae bajo la
sombra de lo ambiguo, al ritmo que corren los sobres del soborno, muriendo este
invierno a la par, miles de almas como este pobre hombre en las calles heladas.
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Esta niña
se cubre el rostro. Siente en si las vergüenzas de los otros y las hace suyas.
Podría llamarse Keira, podían haber abusado de ella. Un familiar quizás. Lo que
agrava el asunto. Keira, es demasiado joven para haber vivido tanto y comprenderlo.
Keira se siente sucia. Siente que ya no puede confiar en los más cercanos. Se
siente responsable de lo ocurrido. Nadie advierte su cicatriz ni la sombra en
sus ojos al mirarla. No hay ayuda para Keira, ni amigos ni psiquiatras. Keira
acaba ubicada en un burdel de Bangladesh.
A millones de Keiras les obligan a
diario a prostituirse no habiendo alcanzado ni los catorce años. Las fuerzan a
tomar esteroides (lo mismo que le dan al ganado para engordarlo), para que así
resulten más saludables pese al hambre para los clientes hambrientos de otra
clase de carne. Cuando sus cuerpos destrozados dejan de generar ganancias,
mueren desatendidas mientras sus huesos al fin descansan de la dignidad que la
vida les negó. En miles de ciudades se hallan Keiras niñas y adolescentes que
se ven obligadas a mantener relaciones sexuales con multitud de puercos (me
cuesta llamarlos “hombres” aunque los “puercos” son más hombres…) por jornada.
Son vendidas por sus familias.
Otras muchas Keiras las tenemos muy a menudo muy
cerca de nosotros. Son Asuntas. Acaban asesinadas por quienes se supone, les
protegen. Son niñas violadas por sus profesores, por sus tíos, por quién menos
se espera. Son privadas de su derecho de ser almas en un cuerpo frágil y
todavía pequeño. Son Malalas a las que persiguen por querer ejercer el derecho
a la educación. Malala Yousafzai, empero, devuelve la esperanza a muchas otras
niñas con su lucha diaria de ejercer su derecho de estudiar. Una niña mucho más
adulta que los ítem. Miles de niñas ponen en peligro sus vidas a diario por
ejercer sus derechos. Miles de mujeres y niñas sufren violencia doméstica y
extrema, acaban con un tiro en la cabeza, pero sin sobrevivir como fue la
suerte de Malala. Trabajan en condiciones de servidumbre y explotación. Malala
es ahora ejemplo de valentía. Una niña con una bala en la cabeza que ya no teme
levantar la voz…¿Qué pasa, sin embargo, con aquellas almas que ni tan siquiera pudieron
ni pueden defenderse?
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Son almas explotadas, vistos como cosas y no
como seres igualitarios. Como estoy diciendo: almas en un cuerpo, en el cual al
igual que nosotros, han venido a interpretar esta realidad a su manera. El
hombre actúa como jaurías. Apalea, tortura y mata por diversión porque se ha
creído su papel de ser superior al resto de seres. Porque está convencido de
ser la especie dominante. Cree que los otros seres existen como provisión. Pero
todas las almas deberíamos ser espejo de las otras almas, indistintamente de
qué envoltorio ocupen. La virtud de la empatía no debería limitarnos sólo a los
de nuestra especie. A los animales se les ha sobreentendido, sin entenderlos
nunca. Pocos hechos, suman tantos como los asesinatos diarios de estos seres;
el holocausto de la industria cárnica. El desangramiento en vivo de las vacas,
reses y cerdos para que la carne se ablande a causa de las hormonas segregadas
por el miedo y el terror.
Aprobamos
leyes para la protección animal. Y si bien ahora es delito matar a nuestro
perro de una patada –para el caso de que eso sea probado; pues que yo sepa aun
no existen criminólogos que investiguen el asesinato de animales –no lo es para
aquellos que dejan crepitar a los pollos en medio de otros mil, apretujados
sobre diez metros cuadrados. Ni lo es para los que llevan esos pollos recién
salidos de la eclosión a los mercadillos en cajas, para luego acabar a capricho
en manos de una torpe criatura que lo aplastará sin querer, entiéndase, como
cualquier juguete al uso. Por no hablar de los cerdos, que a menudo se comen
los unos a los otros por aburrimiento, recluidos a oscuras cárceles en las que
maceran entre sus propias heces y los cadáveres de sus compañeros a la espera
del tiro de gracia. Si bien a unos los acariciamos, a los otros les tenemos
puesto el sambenito de la hamburguesa o de chorizo que acabará siendo. Bon
apetit!
Sub umbra floreo: C. Bürk
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Gracias. Eskerrik asko. Merci. Thank you. Dankeschön.
Obrigado. Spassiva. Shukram. Arikato. Kitos.A tod@s aquellos que hacen de su vida una lucha perenne para amortiguar las vidas de estas almas afectadas en el mundo. A ellos mi agradecimiento con éste escrito.
Claudia Bürk
Me encanta, muy interesante la verdad escrita desde ese punto de vista siempre tan al día de las vivencias de este mundo en el que escasea la llama sincera del corazón.
ResponderEliminarAunque cada lágrima esté contada, volvamos a contarlas también nosotros. Trabajemos por erradicar de este mundo la tragedia del corazón endurecido por la mente adormecida. Que nuestras lágrimas sean una con las del que sufre, pero que nuestras manos multipliquen también los esfuerzos de los que trabajan por amor al cambio y de los seres que buscan abrir los portales de la calma y el alivio que merecen por derecho y que por no saber lo que hacen le niegan los que viven en sus propias sombras.
ResponderEliminarAmor para los seres tristes... y nuestras bocas y manos para que el mundo no olvide sus penas cotidianas.
Quien ama hace. Cada uno en sus obras, seamos sembradores de la semilla verdadera que haga florecer al hombre.
¡Pero cómo que no les ha dado por gasearnos! ¿Y entonces, los chemtrails? Muy buenas reflexiones.
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