Todos somos la estrella de nuestras vidas


Afronta cada día como único. Vívelo como una fiesta. Sé perennemente aquello que quieras ser, vive desde ya como aquel que eres destinado a ser. Se tú, como dicen, ese cambio que esperas ver en los otros y en el mundo. La felicidad no es una suerte, es un ejercicio, es quererla en cada momento. No desesperes en los momentos dificultosos, afróntalos en la esperanza de que acabaran. Nada, ninguna desdicha se prolonga, no es el estado natural del ni para el hombre. Sonríe mucho. Pues aquellos que han sufrido, sonríen más, porque han aprendido a afrontar el dolor con sonrisas. Ama cada instante. Ama a “buenos” y “malos”.

Muchas veces lo que tú llamas “maldad” es la confusión y la máscara del que sufre. El Amor es la respuesta a todas las preguntas y a todos los problemas. El amor viene a recordar lo que el saber nos hizo olvidar.

Todos somos la estrella de nuestra propia vida. Cuanto nos sucede es extraordinario. Cuentan las buenas y las malas experiencias. Todo es bueno. Es nuestro punto de enfoque sobre las cosas que las hace buenas o malas. Suerte o desgracia, depende de nuestra actitud ante los sucesos. Todo es experiencia. Porque “Vida” es el ítem de la “experiencia”, no al revés. Venimos a experimentar y lo llamamos “vivir”. La cosa no consiste únicamente en superar obstáculos. Se trata de cómo manejamos las situaciones en sí.

Para entender lo experimentado, hace falta prepararse conscientemente. Hay que analizar simultáneamente todo lo que se vive como visto desde fuera de nosotros, al instante, con frivolidad; pese a que la emoción del instante nos embauque. Es un entrenamiento, un aprendizaje. Por ello, al menos una vez al día deberíamos atrevernos a saltar alegremente “al otro lado del espejo”, tal y como lo hacía Alicia en el país de las maravillas, para ganar visión sobre lo enteros que somos…

Ayuda pensar que lo que estemos viviendo es una función de teatro, una representación. Nada es tan serio como parece. Ayuda pensar, que nos vemos actuar desde una gran butaca, sentados al fondo. Cuando comencemos a conocernos de ésta manera observando nuestras emociones en cada acto representado, las cosas fluirán, logrando cualquier objetivo. Recordemos ser lo que soñamos ser. Nunca menos. Y mientras experimentemos por estos lares, recordemos ser amables, bondadosos con todos aquellos con los que nos crucemos. Hombres, animales y entorno. Porque al final, los otros no recordarán de nosotros la belleza o los rasgos; será nuestra amabilidad la que evocarán en sí. Por ello, se humilde; no te crezcas intimidando a otros. Es un absurdo contrasentido. Sé cómodo para los otros. Actúa de tal manera que todos confíen en ti. Se siempre aquello que esperas ver en los demás. Se tú el cambio.

No demos tanta importancia a nuestra corporalidad. Todos somos diferentes y venimos al mundo en formas distintas. Y eso deberíamos celebrarlo con alegría cada día, en vez de compararnos o cambiarnos en un quirófano. El cuerpo que ocupamos aquí es una casa temporal y como digo, debemos cuidarla y celebrar nuestras diferencias, sin obsesiones. Nuestras diferencias nos hacen únicos. Está bien que “nos maquillemos” y nos pongamos máscaras, pero a veces es bueno prescindir de todos esos artificios que nos ocultan para atisbar el cráneo que tenemos debajo…

Nuestro cuerpo no es más que el templo que aquí nos sostiene. Lo que te llega a través de los sentidos puede ser sabiamente empleado para transcender. Podemos usarlo como escalera. Pero si permanecemos en ello, nos abrumará la insustancialidad y lo efímero. Abracemos la vida al completo: usando las formas lo justo, encaminándonos mediante el desapego a alcanzar lo que no tiene forma; donde se hallan la Verdad y el Bien.

Cuando lleguemos al final de nuestra representación, nos percataremos de que nada era tan importante, nada tan grave, nada tan necesario como parecía. Fuimos la estrella de nuestra vida. Hicimos, por tanto brillar a los otros en nuestra cercanía. Y recordaremos de pronto que el Amor fue todo lo importante que teníamos que aprender y que nos vino a recordar lo que el Saber nos había hecho olvidar.

Algún día, todos moriremos y nada de lo que hayamos tenido o dejado, hecho o dejado de hacer aquí importará ya nada ni habrá importado jamás. Salvo ese amor que hayamos entregado por el mundo. Pues en cada acto de amor y entrega por los otros o el mundo, late el cambio. La metamorfosis a un mundo mejor. Ese será el fruto que hayamos dado aquí. Los demás merecen la mejor persona que podemos ser. Nunca es tarde para ser aquel que estamos destinados a ser.

Seamos por todo ello, cada uno de nosotros una pequeña partícula que formará el mundo de mañana.

A tí, Víctor Berrocal, por estar muy cerca del verdadero secreto de la vida.

Sub Umbra Floreo: c.bürk

Comentarios

  1. Me ha encantado Claudia. Me gusta mucho pensar en el sentido de la vida y demás aspectos filosóficos de la misma y tu expresas muchas de esas cosas de forma magistral y hermosa.
    Se puede aprender mucho de esta lectura llena de mensajes enriquecedores y vitalistas .
    Así que nada, me tomo prestadas todas aquellas ideas que puedan servirme para ser más feliz y mejor persona. Gracias y un abrazo.

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    1. Querido Víctor, sinceramente creo que muy poco te queda por aprender, pues las lecciones, las verdaderas y valiosas, las estás asimilando con rapidez y soltura. Quizás sea yo la que tenga que aprender de tí, quizás por ello tu camino se ha cruzado con el mío. Dios sabe y Dios dirá. Mi infinito agradecimiento por tu comentario. Un gran abrazo de vuelta. Claudia

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