Noche de muertos, vacia de tiempos.

Noche de muertos, vacia de tiempos,
se burla de los relojes.
Espejos vahosos,
minuteros veloces,
terminan y comienzan los cuentos.

Arañas y arañazos,
manojo de llamas.
La muerte rejuvenece,
al alma a trozos.

Calabaza de fuego,-un pecado y un pecar-,
todo arde y transcurre por tradición.
Huesos de santo para dulcificar
con cada ruego, toda oración.


Para los que aman a la vida,
es noche de duelo.
Para los que se alzan tras La Caída,
noche es de hondo consuelo.

Velas, velones, fanales y farolillos,
los espectros de la media noche,
besos condenados.
Alientos, rugidos, -el diablo-, lanzas y cuchillos,
una condena, maldiciones  y un reproche.
¡Eternamente encadenados!

Parca descarnada y desencarnada,
que asciende de la sepultura,
dejando desalmada
toda hermosura.

A repetirnos que nos añoran
cada año regresan nuestros difuntos,
y por nosotros ellos, invisibles a nuestro lado  lloran,
vivos y muertos juntos.

Noche de muertos, habito en las sepulturas
para el cuervo es mi secreto fruto,
todas mis amarguras,
para la vida, el luto.

El pulso se duerme lentamente,
mi corazón descanso clama.
¿Qué importan ya las cosas
si en el mundo ya no se ama?

¿Qué importan, dime, ya el aquilón,
las ausencias de cariño,
el rostro de la traición?
Si todo se marcha, si todo se fue y queda atrás,
a galope, a lomos de la muerte.

Campanillas, campanas gemebundas
que gritan voces muertas a los vivos.
¡Escuchad, oh, moribundos,
las palabras de los que fueron y han sido!

Toda campana que antes daba la hora,
tintinear ya no osa, solo llora.

El aire la melancolía,
que vuestros pulmones oprimen.
El Fin, la Nada, Fiera osadía,
que a nadie exime.

La parca marcó en mí su hora,
el día en que nací.
Mi vida avanza los segundos
al instante en el que he de partir.

Canto macabro, hartura de vivir,
la emoción agobiada por el goce.


¿Qué es la vida, sino muerte,
en un agudo roce?

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