El sufrido gitanillo


El sufrido gitanillo


Erase una vez
un pobre gitanillo
chiquitín, pequeñito
escaso de hueso y de carne
parecido al oxidado alambre
y aspecto de abandonado pajarillo.

Fue engendrado
segurísimo y por descuido
en noche de luna menguante,
fría, inhóspita, clamante
ignorándose por consiguiente
el nombre del padre,
estando el marido
en el extranjero, ausente.

Envuelto en harapos,
aspillera y sucios trapos
atreviose a llorar
para anunciar su nacimiento
pero, nadie que se sepa
quiso divulgar tal acontecimiento
a familiares y ajenos
al despreciar la necesidad
de ofrecerse a consolar
un acto de humanidad.

Pronto descubrió
que nadie le ayudaría
a abrirse paso a la vida
en aquel entorno que maldecía
principios e ilusión.

Habituado a sufrir miserias
palizas y privaciones
almacenó en el fondo del corazón
la semilla de la esperanza
y migajas de sincero perdón
para cuantos su inocente vida
intentaron con viles acciones
hundir en cruel desespero.

Paso a paso, lentamente,
de si mismo algo más seguro,
limpió de piedras el camino
ortigas y hierbas dañinas
fortaleciendo el deseado empeño
encontrar el sano consuelo
y sentirse puro y dueño
del presente y futuro.

Llegada la pubertad
comenzó a respirar
el cambio esperado
ocupando lugar en la sociedad
y, sin descanso fue a luchar
por los derechos a la libertad,
expresión y pensamiento.

Empero pronto, nuevos acontecimientos
comenzaron a florecer
en el desconcertante jardín
de su ilusionado proceder
mejorando costumbres y hábitos
difíciles de comprender.

Desengañado,
derrotado,
incomprendido
convirtiose en escombros
el castillo imaginado
al acumular en sus débiles hombros
la inhumana presión.

Recordó su infancia
angustias y penurias
no haber jugado con hermanos,
tampoco hermanas
ni tíos ni sobrinos,
para terminar
por ser huérfano de padre conocido.
¡Menos suerte, todo fue desgracia!

Desapareció como al mundo vino
en silencio, sin alarmantes ruidos,
falto de alimento materno
y del cariño paterno.

Tristemente, nadie ha echado a faltar
a aquel pobre gitanillo
cansado de llorar.


(Escrito con la ayuda de Antonio Torquet, que una vez estuvo en este mundo y ahora sostiene mis manos al escribir.)

Dedicado a Laura Falcó, Piluca Vega y José López por intervenir en mi destino y en el del "pobre gitanillo" que también fui un poco yo y que también somos un poco todos, al menos en "este" mundo... --¡Gracias!--



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