La gran ilusión


La gran ilusión

Sucedió una vez;
rarezas de la vida,
el nacimiento de una ranita.
Tan pequeña, pequeñita
que precisaba tres saltitos
para superar una cerilla.

Llegada la ocasión,
peluda o más bien calva,
esperada de noche y día
de abandonar el nido querido
prestose a escuchar algo cohibida
los argumentos de su Papá.
Como es en ellas debido
advirtiendo el gran peligro
que en su incipiente vida encontrará.

¡Huy, qué cosas me dice!
Pensó para sus adentros.
Soy -de largo demostraré-
la más corajosa y atrevida
de toda esta inerme familia.


Cruzaré montañas, lagos y ríos,
¡Sí! Escribirán de mí
todo aquello que conseguí
en el libro de los Guinness.
Olvidó, debido a su tierna infancia
importantísimas enseñanzas,
como aquella tan sabida
¡Son galgos! ¡No, son podencos…!
Aumentando su ignorancia.

Abandonó el hogar
con más alegría que dolor.
Y, una vez en el exterior
con enorme asombro observó
como desaparecía su valor.

Más, encontrándose ya fuera,
hizo de tripas corazón
confiando descubrir
un mundo fácil y prometedor.

Medio muerta de hambre
buscó con insistencia
alguna cosa que comer.
Que fuese, naturalmente, buen bocado,
sustancioso y sin cocer.

La Diosa Fortuna le sonrió
y pusose tan contenta,
menospreciando su diminuta envergadura
dimensionar su primer menú.

Un aleteo cercano,
por primera vez sentido,
alertó su agudo instinto.
Y rápida, sin tiempo a pensar
Su lengua atrapó al causante
Dispuesta con rapidez engullirla
Sin recrearse a saborear
A su primera víctima natural.

Como ya queda dicho
No era un simple bicho
Que su diminuta boca atrapó.
¡Ah no! ¡Era un bravucón mosquito
más grande que San Benito!

Dispuesto a no ser merendado
por aquel insignificante enemigo,
alzó hacía el cielo el vuelo
llevándose consigo
aquella inocente y novata heroína,
perdiendo su característico color
quedando más blanca que la harina.

Tras largos años de búsqueda
infructuosa, por cierto,
localizándose a la ranita
descubriose una hoja en blanco
y los restos de un insecto
en pegajosa saliva humedecido,
¡Por cierto se sospechaba
Era un pariente de San Benito!
La ranita desapareció
Como había aparecido.

Sub umbra floreo: C.Bürk (Antonio Torquet)

Comentarios

  1. Creo que todos, de cierta manera le tenemos miedo a salir de nuestra madriguera y emprender este camino hacia esta libertad tan anhelada...Nuestra misión es enfrentarnos a los miedos y sortear hábilmente los obstáculos, con la certeza de que siempre tendremos ese éxito tan obligado...
    Hermosa, sabes como llegar a los corazones con tus letras y tu maravillosa imaginación...Te quiero.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Muchas gracias Golo, amiga querida y preciosa! Has sabido llegar, una vez más, al meollo de la cuestión. Es exactamente esto que comentas lo que he querido aludir. ¡Te felicito por tu agudeza! Y naturalmente por tu eterna bondad. El afecto es mútuo. Todo mi ser te agradece.

      Eliminar
  2. Aqui no hay botón "me gusta", pulsado quedaría. Excelente.

    ResponderEliminar
  3. ¡Muchas gracias, Grau33! Ha sido una pequeña metáfora...Estoy casi casi obsesionada con mi insignificancia en este mundo. Suelo alejarme de mi misma al escribir ahora, pero aquí, un poco me acerqué de nuevo. También es un poco homenaje a Stefan Zweig en su libro "Los ojos del hermano eterno". La humildad: la primera lección junto a la sinceridad. Hay que ser conscientes der "ser y no ser". Un gran beso.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares