A tientas
A tientas
¿Qué habita en la profundidad de todos nosotros? ¿Qué
hay en lo más hondo de los corazones ajenos? Me lo pregunto cada día, lejos muy
lejos de las comodidades de los prejuicios. ¡Cuánto me gustaría poder asomarme
a los corazones de los otros! Habitar en las almas…Vivir sus vidas a través de
la mía… ¿Qué hay en lo más hondo de las almas de mis semejantes? Creo que en lo
más profundo de todos nosotros no hay ni vicio ni maldad. Los verdaderos
pecados son las dudas. Los miedos y el orgullo. Todo, regido por la necesidad
de ser íntimamente aceptados y queridos tal como tenemos la necesidad de ser a
cada momento.
Mi cuerpo y mi alma ya no son míos. Son enteros del mundo. Ya no me
pertenecen. Mi alma ya no recibirá más semillas que la que germinen y den
frutos al mundo; nada que lo pudra, nada que lo equivoque. Me arrancaré el ego,
el orgullo y el miedo con las manos, como una mala hierba. Sin anestesia, ni
mascarilla ni cirujano. Con mis propias manos. Ahora, la felicidad que la vida
me ofrece, la que siempre fue la verdadera, me llega a través de renuncias y del
dolor de saberme incomprendida, pero amando al que me ofende, siendo útil para
aquel que me abofetea; me llega de la soledad y el comercio con los extraños
que prostituyen toda mi sensibilidad. Todo merecerá la pena si he amado. Si he
recordado al amar lo que el saber me hizo olvidar.
Sí, me queda
una incertidumbre: porque quizá esta manera mía sea una de esas seis mil millones
de maneras de sentir, que confluyen por el mundo. Todas distintas y válidas,
para unirse en lo esencial: la búsqueda de un sentido cardenal: el tránsito de
esos caminos que todos recorremos, y que no dan respuestas; visitando la
experiencia del abismo, dónde combaten los otros al igual que yo lo hago,
vanamente contra lo incomprensible y el absurdo, contra la nada que nos absorbe
y nos amenaza con extinguirnos, cuando en realidad nada es lo que parece.
Gritan los otros, como yo, de desesperación y de incomprensión. Se
confunden como yo. Y yerran como yo. Y la respuesta llega en un sólo vocablo, el
único posible: ¡AMOR! Si, quizás mi manera de amar no sea otra más entre
tantas. Y sin embargo siento que rayos de sol tejen mis sentidos; mis ojos a
partir de las demás personas son ahora alas de mariposa; el corazón se me
transparenta bajo el pecho a riesgo de ser disparado, mientras sueño con ejercer
la divina razón por agradecer mi vida.
Quizás alguna
vez llegue el día en el que la humanidad domine el espacio, las mentes, los
vientos, los mares y la gravedad; lograrán controlar para Dios, o quizás mejor
aún, para ellos mismos, las energías del amor. ¡Y ese día, como alguien dijo en
una ocasión: por segunda vez en la historia, se descubrirá el fuego!
Así siento cómo amo a los otros, de manera tan honda que solo la
profundidad de la muerte apagaría mí percibir con su silencio.
En mí retengo las impresiones que de los otros me llegan, como una
sagrada reserva, mientras mis ojos actúan como una cámara fotográfica para
captar con disimulo las formas de los rostros, los vocablos pronunciados, las
miradas de mil colores para detenerse sobre las almas, mientras muchos ojos
brillan expectantes, enfadados, decepcionados, alegres o distraídos.
Dudo si mi
amor puede ser proclamado más que todos esos seis mil millones de quereres que
habitan por el mundo. Y sólo sé que entre el amor y la felicidad existe una
sola distancia posible: la de una decisión.
Amar sin esperanza, amar sin recompensa, amar siendo humillada,
malinterpretada, escupida; sin ninguna razón que justifique ese amor. Yo tomo
el acuerdo, mientras mi corazón lo afirma y mi cabeza da golpes contra el caos.
¡Y sonrío, porque ahora soy libre para contemplar ya por siempre el
rubor de todas las auroras, todos los esplendores de la vida, los desangres de
todos los ocasos, porque ya todo cuanto me rodea es tenue caricia de un
recuerdo que casi había olvidado y pude recordar amando…!
Sub umbra floreo: C.Bürk
Dedico éste escrito a Nuria Balasch, a
Fernando Vázquez; por saber reconocer lo esencial con el corazón. Y muy
especialmente, dedico mis palabras y muchas más que vendrán a Mercé Anglas
Rafart y a su pequeño Jordi, que aunque no se halle por ahora en éste plano,
está con su Mamá Mercé y me visita a menudo para decirle a su Mamá que está con
ella.
gracias amiga, tus escritos llegan a lo mas hondo de mi corazón
ResponderEliminarY tú y tu risueño hijo a lo más profundo del mío. Mi afecto por vosotros es enorme y jamás olvidaré el día que me diste permiso para hablar con él. Y queda mucho por contarte. ¡Soís dos maravillosas almas!!!! ¡Qué suerte la mía poderos conocer! Jordi está muy cerca...Siempre debemos hablar de él como presente, sé que es lo que desea.
ResponderEliminarMe gusta el escrito, es muy emotivo, quizás demasiado trágico...Pero sin entrar en el contenido profundo del significado de las palabras, me quedo con el hecho de qué tiene un prosa digna de los antiguos escritores del IXX y principos del XXI. :)
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