Llegó el veranito
Llegó
el veranito
Señoras y señoritas: ¡Ahh! ¡Ya llega
el buen tiempo y la gesta hay
que contarla!
¿Qué de qué me sirve a mí el buen tiempo? Pues en primer lugar para descubrirme de nuevo
oficialmente gorda, observar que mis brazos tienen mayor diámetro que el cuello
de Fernando Alonso y dar así por finalizada la fallida operación bikini. ¡Y es
que no todas somos Cara Delevingne!
¡Ay, qué difícil es la vida de nosotras, que encontramos en
la mesa el mayor de los placeres! ¿A quién de vosotras le gusta
el uso de ese instrumento de tortura llamado báscula? Esa cosa es
obra del demonio y tiene instrucciones precisas:
aconsejan pesarse siempre a la misma hora y con la misma ropa.
Cuando ésta servidora acude a la farmacia, sospechando lo peor, lleva menos
ropa. No me importa el frío que haga en la calle. Tampoco como ni bebo nada
antes del suplicio. El aire en mis pulmones también es liberado y os sorprendería por cuánto tiempo soy capaz de contener la
respiración. Todos sabemos que somos perfectamente capaces de engañarnos a
nosotros mismos cuando la cosa se pone cruda.
Hmmm (ahora, al confesaros esto, pongo cara de mosqueo): la cosa es que en menos de un minuto te pesan y no duele nada.
Pero luego, siempre es demasiado tarde. Una voz te nombra el veredicto de tu
condena. Los presentes, por más que quieras evitarlo, se enteran de la nefanda
cantidad y te miran despectivamente. Los niños ríen con descaro y los hombres
arrugan las narices. Escuchas recatadas sonrisitas por parte de las señoras. Las muy
brujas, en su particular aquelarre, me miran entonces por
encima del hombro, mientras cuchichean sobre sus imposibles tallas de ropa y
los kilos ausentes. Con sus retoques de bisturí, los estirones de cirujano
detrás de las orejas, vestidas como para asistir a la boda del rey y
pintarrajeadas como si no hubiera mañana, echándose ramos en vez de flores
entre ellas. Las muy pijas, con sus narices elevadas, con sus tetas
esmirriadas, más planas todas ellas que Castellón entera. ¡Bichos palo toda
ellas! Qué queréis que
os diga, si yo he nacido con los huesos
anchos como mi señora madre…
Las teorías para bajar tres tallas por semanas son legión.
Pero todo es un cuento. Yo prefiero rogarle a la Virgen de Lourdes para que
haga algo por mis lorzas acumuladas… Y, además, ¡qué demonios! dónde estemos
las mujeres con curvas…¡Ah, señor! ¡Aquellas grandísimas hijas de Satanás!...
Llegando
a tal punto es cuando me salto esa norma tácita que todo el mundo conoce de no
detestar al prójimo. Pero ya me diréis
cómo hago para amar a esas cretinas. ¡Y con
el estómago vacío! Y entonces, mientras aguanto una gota de odio en el
lagrimal, sin que ésta acabe cayendo, no puedo más que rezar para que todas y
cada una de las flacas desaparezcan, mediante la voluntad del señor, de mi
vista. Y ya puestos, del mundo entero ¡Ay,
santo padre! Hasta el silencio de los ojos
que acosan, habla. Deditos índice, señalan. Apuntan. Disparan. ¡Hasta los
santos, los demonios y demás especímenes temibles conspiran en mi contra! No. Muchas no saben qué es eso.
Probé con
el régimen a base de piezas de fruta. Ese que dicen los
dietistas que es lo mejor para perder peso de una forma rápida y eficaz. Sencillamente comiendo piezas de fruta, distintas y variadas. ¡Y yo hice esa dieta, a rajatabla!
¿Y sabéis qué pasó? Que no sólo no perdí ni un gramo, sino que gané tres kilos
más…
Esos desgraciados olvidaron decirme que los melones y las sandías de tres kilos
bien siendo piezas de fruta, no eran efectivas para esta dieta…
Ay,
¡demonios!
Por ahora gana mi amor por la panceta y la placentera afición
al jamón de Guijuelo.
Si bajáis a la playa dónde yo suelo
darme los chapuzones cada verano, además de las frondosas −entre las que me
incluyo valerosa como ya confesé− también os encontraréis a las de raticulín −presentándose fenotipos muy dispares− que
llevan bikinis, bañadores y semblantes de lo más “extra planetarios” (puede,
puede que al final sí contrataran a Falete de diseñador de sus trajes de baño).
Estarán las que se empeñan en lucirse en top less; algunas más planas que un
mapa, arqueándose “palante” cada vez que pasa un humano. Encontraremos a las
que hacen trampa con su bikini “push up”, que no suelen ser pocas (si lo leen
los señores, no se quejen de las trampas, pues muchos de ustedes pisan la playa
con calcetines y no puestos en los pies precisamente).
Presentes estarán también sin el menor remilgo de pudor, y por
el contrario, aquellas que entre cualquier melonar en plena cosecha no
destacarían en absoluto.
Están a su vez las señoras brillantes, las que llevan tantos
kilates colgando del cuello, que fácilmente se las confunde con vendedoras de
oro ambulantes. Luego además, acuden a la playita todas esas centenas de
señoras que se empeñan pese a sus años y las chichas apuntando al centro de la
gravedad terrestre, en parecer jovenzuelas prietas. (¡Ja! Para que luego digan
los científicos que ya no quedan trilobites en los mares…)
Evidente es, que entre tanta oferta de las mil y una posibilidades para no
sentirse acomplejada a mérito de la mencionada variedad, una servidora se
animara desvergonzadamente a lucir palmito… ¿Pero quién dijo que ésta fuera
valiente?
Entonces, como cada año ésta escribana volverá a no tomar el
sol para no ser vista (porque a mí quienes me ven y tienen que ver al desnudo
son mis seres queridos y los señores de hacienda y paremos de contar...)
Versus a esas señoras con sus escotes naranja butano, más
curtidos que la piel de un bolso de Prada y con la excusa de tener la piel de
una photosensible pelirroja (vamos, que soy la prosopopeya perfecta de un
merengue) soltaré la frasecita de marras "sólo voy a bañarme y me las
piro". Aquí me permito intercalar un consejo para las que habéis nacido
con menos melanina que Cásper: si no deseáis acabar con el cutis como el
cantante Iggy Pop en un santiamén, antes de pisar la playa coged un poco de
colorcito haciendo pesca con mosca, algo de petanca con los jubilados o como
alternativa más apetecible, sencillamente dejaros invitar por Miguel Ángel Silvestre
al Caribe por unos días)…
¡Que “desgraciaítas” somos las que tenemos esa piel tan…Tan…,
¡más transparente que las bragas de la Sharon Stone en cierta película!
Pero si además de parecer una gusiluz o
la señora del señor Típex padecéis de redondeces en los lugares equivocados
(¡pero qué cruel es la naturaleza, virgen santa!) es decir, tu cintura está más
reventona que un sujetador de Pámela Anderson, nada mejor que impedir que ni una
sola ojeada insidiosa de macizo playero os alcance y ni un mísero rayo UVA se cuele
en vuestra epidermis. ¿Qué cómo? Pues haced como ésta servidora que os está
escribiendo toda esta parrafada; que tras el baño, adquiere un verdadero don
sobrenatural; el de la hipervelocidad para salir del agua en 0,3 segundos,
ponerse la vestimenta aunque sea de al revés y salir por patitas.
Porque fijaros por dónde que cada vez que salgo del agua con
demora ya hay alguien de Greenpeace por ahí (sí, sí, en serio; ¡es más
frecuente de lo que imagináis!...), ¡para intentar devolverme al
mar....Grrrrr...! Por no hablar de los nenes que vienen con sus palitas y
cubitos a echarme "agüita" por encima "pa mantenerme
hidratá". Grrrrrpps, ¡señores de Greenpeace!, ¡niños escolares!; ¿es que
no os han enseñado que las playas tarragonenses no son hábitat ni de focas ni
de ballenas? ¿O sí? Glubs.
Si sí. Y es que las alemanas seremos “mu”
listas y “mu” organizadas y demás demases, pero por mucha zanahoria que comamos
(por el rollo de los betacarotenos y las pocas calorías y tal) siempre
pareceremos una aparición inflada del más allá.
No obstante, para consuelo de tontas, siempre nos quedarán
las imágenes medievales de las santas, entraditas en carnes y resplandecientes
como lunas.
Nos queda entonces esperar a que nos salga la aureola en la
cabeza como complemento de moda J, que no es poco, oigan.
Pero a lo que iba. Si esto no nos convence siempre nos quedará
la opción de abrir un grupo de “anónimas obesas lechosas” en Facebook y así ser
consoladas por otras con idénticas máculas. O tal vez algún mozuelo de buen ver
desee cometer un acto de caridad con nuestro cuerpo al leernos, quien sabe. O…
Por último y como solución perfecta a todos estos problemas, queda la opción de
convertirnos al islam. Tal vez alguien venga entonces a enamorarse de nosotras
por nuestro bonito color de ojos…
(Nota: ¡reírnos de nosotras mismas es la mejor manera de
querernos! ¡Feliz primavera/verano a todas aunque seáis imperfectas, como yo.
¡¡¡¡Pues ni puñetera falta que nos hace ser impolutas!!!!) :-)
Dedico éste relato a todas esas, que
como yo, se ríen de sus complejos…
Sub umbra floreo: C. Bürk
tienes mucha razón amiga !!!
ResponderEliminarBueno, un poco de humor a veces es preciso. Y tú necesitas reír, que tu hijo rie mucho y créeme a él le gusta verte reír. Si te contara de qué manera escribo estos relatos...Notarás muchas diferencias de estilo. Te contaré en privado....
ResponderEliminarReírse de los complejos es un arma magnífica para combatirlos y más cuando se hace con esa gracias humorística que has adquirido recientemente y que estoy seguro qué te llevará a un éxito profundo en el mundo de la literatura.
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