Furtivamente amado X


Furtivamente amado X:  

Lo que trato de hacerte llegar con mis palabras, son más, mucho más que simples cartas: son desesperados mensajes; gritos del alma que en la realidad cotidiana son sofocados por el silencio de mi apariencia impuesta por y para los demás. Quizás para ti, de estar existiendo, todo esto no es más que el acto de una chalada... Todo es un tremendo "quizás"... Hoy te hablaré un poco de mí, pues solamente tú, a través de ésta "travesura" vas a conocerme como jamás me daría a conocer a quienes me creen conocer.

Demasiado a menudo me siento como un pájaro que tiene las patas atadas con una larga cuerda. Cuando estoy entre la multitud, permanezco escondida. Mi mente entonces procura zafarse y volar a tierras lejanas. Me subo a la cima de una montaña… ¡Es delicioso sentirme libre de cuanto no es auténtico e imaginar que estoy viviendo de manera sencilla y directa.
Estos días estoy silenciosa, pensativa; hay muchas cosas nuevas en mi alma. Quisiera darles forma, pero mis manos no consiguen ponerse a la altura de mí imaginación.

Durante años he vivido escondiéndome del mundo. Lo único que mí corazón no sabía era amar la vida, por dura que se presentara. Durante esos años he vivido con un hambre inmensa, una enorme sed por algo que no conseguía identificar: era la voluntad de vislumbrar lo que estaba más allá de mí, más allá de la jaula que me contenía. Lo intenté de diversas maneras y ahora he hallado un camino seguro: recorrer los senderos de las palabras y llegar a ti, X.

El alma busca el amor como el aire busca las alturas o los ríos fluyen hacia el mar. Cuando la vida pesa, el único alivio es creer y confiar en el amor. Entonces, aun en las peores circunstancias, todo se vuelve más liviano y surgen melodías desde la oscuridad jamás imaginadas.
Amo a las personas más que nunca, querido X, aunque continúe sintiéndome sola y sabiendo que nadie va a conocerme jamás como soy, excepto tú.
A pesar de no poder ser quien soy, no he parado de amar a los demás.

Cuando notamos que nadie nos ama por aquello que verdaderamente somos, procuramos estar siempre ocupados y no damos vía libre a nuestro crecimiento interior porque intentamos controlarlo...
 
No me canso de escribirte, de dedicarte líneas (¿acaso divisorias, frontera entre tu reino lejano y el mío?), mí tiempo, mis temblores y con ello ponerme en sumo peligro…  Todo es tan sólo obra de la emoción. Fina y cristalina, sin expectativa; (¡con el corazón en blanco estoy!), sin otro interés que la posibilidad de mirarte de frente a través de los vocablos.
No sin tristeza, resumo entre éstas líneas minutos de congoja; de saber y aceptar el requerimiento del tiempo por permanecer anónima para el amor.
Mi imaginación te da la vida y me quita la mía.
Acepto y aguardo sin reproches ni exigencias, la NADA a cambio…Pues también sé, que tal no es el camino dictado por la sabiduría.
Quizás sea éste mí único recurso de proponer un encuentro: escribiéndote y esperando lo inesperado. Y crear así una tierra de nadie, que a ninguno pertenece; puerto neutral dónde anclar mí fantasía.
Si yo fuera otra y tú existieras, pienso; yo te miraría a los ojos de la única forma que quisiera mirarte, que en mucho llamaste la atención de mi ser más profundo; sin embargo la realidad es un plomo, dónde no puede ser prenda mi corazón de tan preciada imagen: pues no dejas de ser ilusión sin sustento, y no me corresponde en esa realidad de mercurio inventar figuraciones donde no hay ni habrá jamás seña segura de recíproco reconocimiento, el cual por nada del mundo me es dado averiguar, por prudencia y respeto a la realidad. Así va la sensatez marcando el segundero.
Empero, mí alma recibe sus impresiones del entorno, pero es, sobre todo, el dialecto interno quien me dicta la sentencia respecto de lo que ha de ser juzgado en prudencia o en fantasía. Y es bien cierto que arduo, y en mayoría infructífero, desear a capricho controlar los fenómenos de la realidad y aun aquellos que atañen al artificio del ser humano. No es dado a una mortal simple e ignorante, como yo, augurar las certezas, y no debiera, pues, ser de mi tormento el acontecimiento ni su resultado; apenas me es dado, con mucho esfuerzo de concentración, vivir en plenitud la experiencia del instante, guardar las energías de luminosidad blanca para atravesar la noche oscura de todas las tristezas jamás contadas…
Continúo siendo la niña triste que un día fui, que crecida bajo los crueles dictados de las circunstancias, soñaba con lo mágico…
A día de hoy, aún soy esa chiquilla que en ti imagina encontrar reposo para sus interminables inquietudes. ¡Tantas, las ganas mías por desahuciar a las sombras, van y vienen los días y las noches y es cama de silencio el tiempo; (ya no lloro), hace muchos años que no, como tampoco repinto mis carcajadas, pues en animal de escenarios me han convertido y es el público quien confirma a vergonzosa la tristeza, la farándula de las apariencias: por hoy: mi sonrisa es leve pero íntegra.
Algo habré de cosechar bajo la benevolencia de mi ímpetu de soñadora; es todo cuanto me queda... Y, siendo honestos: ¿No será mí espíritu, frágil como un cristal, salvaje y fuerte como ninguno otro, quien me pone en las situaciones de ensueño? ¿Y no será cierto que tú, adorado X, también en alguna ocasión hayas desdeñado la jaula y la prisión de las formas comunes?
¿Cómo  llorar por el caído fruto, por el fracaso de ese deseo hondo? Jamás sentirás, -siendo nebulosa forma imaginaria-, en tus manos la fragilidad de mi cuerpo, jamás de los jamases cómo tiemblo al desnudar mi sensibilidad y así mi nombre permanece irrevelado: tristeza infinita.
¿A qué implorar, si ante los desvaríos de una mente atormentada no hay amparo: intentando amaestrar un tropel de demonios, finalizando su labor al cantar coplas bajo tú ventana más lejana que el universo?
Te has convertido en mi todo recurrente, que grita ensordecedor en mis adentros, mientras mis labios permanecen en sombrío silencio.
Con la solemnidad de una sacerdotisa, que sirve a su único Dios, dejo que la ausencia de tu carne me taladre el corazón, me recuerde que cada día que pasas inconexo a mi mundo real, es una oportunidad menos que me brindan los segundos, de tenerte conmigo.
Me duele no poderte hacer llegar lo que vivo a cada instante, me dueles en la piel y en las manos, en la boca, en los ojos que nunca ocultan mis sentires, en los poros de mi piel, en mis noches de insomnio dueles, y mis días que se repiten muertos uno a uno.
Y el olvido que me dejas me va desvaneciendo de tu camino y decolorada voy andando buscando mi camino, con una pequeña esperanza de toparme de contigo algún día.
Solamente tuya, de Dios y de nadie más,
C.

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