El purgatorio del olvido

El purgatorio del olvido

Cuando la espera es dilación espantosa en el tiempo, cuando cualquier rumbo es ficción en el aire que se convierte en un purgatorio lleno de dudas, más imperiosa se vuelve la necesidad de ensordecer la memoria.

Más despótica aún la trama oscura, su perturbada evocación disfrazada de albur mezclando fechas y escarmientos, reteniéndolas en el aire con la insistencia del infierno, que ni el perfil de un paraíso lejano, ni la de un Dios amparador logran atenuar.

Miro el calendario, y tan sólo han transcurrido cinco semanas desde la misma operación.
Contemplo la esfera de mi reloj que va oxidándose sobre mi muñeca sin vida, al son de mi espíritu. Una doceava parte de sus minutos se convierten en horas, perduran de pronto como si fueran años, resbalan sobre mí como si sofrenaran el tiempo, sofocando campanadas, repitiendo con cada tic tai tus infinitas y antiguas formas con la lentitud de imágenes que contienen siglos, que resbalan por mi melancolía como gotas de éter, con la impresión de haber sido tan sólo soñado.

Y veo, irremediablemente, la vileza de una renuncia, la inerte expresión de una sombra,
y presencio sin lucha la batalla final de un simple sentimiento sin más: la esperanza.

El destino filtrado por la conveniencia, se transforma en mi nueva realidad. Pataleo el vacío gritando tu nombre, te busco en la nada que se llena de humo y de renuncia, intransferible, simultánea a lo que me brindó tu existencia, que medió como la bruma en un crepúsculo o la percepción de invierno en un paisaje veraniego.

Es ardua tarea inútil, huir de mi misma: asesino mis propias formas, embrutecida por tu cercanía que ahora me falta como el aire, el viento y el día.
Envistes mis recuerdos de omnipotencia. De memorias llenas de intentos fracasados.
Intenciones de hallarte, como cuando me mirabas con la condición y la soledad de un extranjero, acusándome de no compartir tu lengua, reducida no obstante a un diálogo de espejos, imposibilitado de comunicarte más allá de la apariencia que habías decidido mantener como un templo sagrado.
Nos separaba una ficción de entereza, un hueco tan insoportable, que no supimos ser los de siempre para así habernos reconocido sin más.

Hoy te hablo desde ese hueco, porque no logro ni taponarlo ni ignorarlo. Hoy te escribo a través de el, para legitimar nuestra locura.
Porque aún sigo anhelando esa coherencia, que antaño preferí obviar, porque aún voy vagando en pos de una identidad que pudiera dar nombre a lo que fuimos, porque todavía soy esclava de la terquedad que no nace de mi voluntad sino de mi alma, de una cadencia que dilata mi pena, de un ritmo que escupe mi fatiga; el límite de mi resistencia, ignorado por los relojes y por los calendarios.

Evidencio así la inutilidad de mi universo con la ofuscación de un amor que no cesa, mientras un purgatorio lleno de dudas, se convierte en un infierno de certezas. Pues la verdad me sobreviene de golpe: cegándome no alumbrándome, descomponiendo mi realidad con una multiplicidad de planos y mapas, alojándome en el azar en uno de ellos, el que me enfrenta a tu rostro vacío, a un abismo donde no existe ni la luz ni la forma, solo la necesidad de inventarla.
La verdad impuesta de súbito: sin mediación de búsqueda, sin reflexión, de un mundo que ya no me alcanza. Descubro que a tu lado no he sido mas que un ejército de soledad bajo tu nombre mil veces pronunciado. Mi voz en el concurso de las voces que te llamaron, mientras fraccionada de la realidad te desdije, confesando la palabra “impotencia”, incapaz de remediar la barbarie de tu lejanía.

Nota: escrito bajo el pseudónimo de "Ilia Winter" (uno entre tantos que adopté), en una época que debí esconderme de alguien que todavía me busca ( utilizé este pseudónimo masculino mucho tiempo...demasiado)
C.Bürk

Comentarios

  1. Creo que hay que sentarse en nuestro presente, de cara al futuro. Jamás en el pasado, cuando ello sólo sirve para hurgar en las heridas que nos dejó. Puede servir, si acaso, de catarsis, para salir de el renovada, para aprender de la inconsciencia que nos llevó al dolor. Nada más. las heridas deben cerrarse, para no permanecer eternamente bajo ese yugo. Hay formas de conseguirlo.

    Me ha encantado, Claudia. Sabes escribir sin personalizar demasiado y eso hace que, siendo tan bueno lo que escribes, no induzcas al lector a sacar conclusiones acerca de nada ni de nadie.

    Isa

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