El pasado que no cesa.

Entre el revuelo de mis vivencias,
entre los latidos de mi ayer:
¡hielo capeado, sustituyendo carencias,
congelando mis ansias de querer!

Y mientras la palabra se descuida,
negras aureolas coronan mis pensamientos,
¡Es la congoja que no termina,
la que rompe la madriguera de mis sentimientos!

¡Pasado en movimiento
como arena movediza,
que en un vaivén fue carcomiendo,
a mi alma quebradiza!

El sinsentido estranguló los sentidos.
Lápidas mis manos y mis labios;

el ánima inconmovido.
Decibelios de silencio ahogan mis latidos,
¡Mi vivir no es longilineo!

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