Entrevista a Claudia Búrk por la web "Anika entre Libros"

Aunque Claudia Bürk nace en Valladolid por cumplir un deseo de su madre, marcha enseguida a Alemania con sus padres (su padre, Franz, es alemán y su madre es vallisoletana) cuando es tan sólo un bebé de tres meses de edad. Allí completa su formación académica aunque de vez en cuando realiza fugaces viajes a España hasta que decide abandonar la Universidad de Comercio e instalarse definitivamente en su país de origen, en contra del deseo de sus padres y sin saber hablar el castellano. Su idea es viajar a algún país del tercer mundo para ejercer labores de misionera por lo que ingresa en las monjas Clarisas con idea de jurar sus votos como religiosa, pero abandona la Orden seis meses después. Ha ejercido además diversas profesiones: azafata de feria, promotora de un periódico sensacionalista, dependienta en un mercado de alimentos, secretaria ejecutiva en el sector de ventas químico, así como en una multinacional suiza durante siete años. Realiza además estudios de esthéticienne y peluquería, retomando también sus estudios de marketing y empresariales. Alterna cada una de estas actividades con labores de voluntariado en geriátricos y en centro psiquiátricos, impartiendo además clases de alemán e inglés o realizando traducciones de libros. Actualmente trabaja para una empresa de seguridad privada.


La grafología, el lenguaje corporal, la filosofía o la psicología son otras disciplinas por las cuales Claudia se ha interesado y ha estudiado profundamente y cuyas conclusiones intenta reflejar también en muchos de sus textos. Tras el fallecimiento de Franz, Claudia encuentra en los libros y en la creación literaria además una forma de dar salida a sus múltiples inquietudes y al dolor que le produce la pérdida de su progenitor.

“Desde el penúltimo rincón de mi espejo” reúne gran parte de la producción literaria de esta joven autora. El libro está estructurado en tres bloques: cartas y relatos, poemas y reflexiones, y es una buena muestra de su universo literario, compendio de tres años de intensa actividad creativa. Charlamos con ella de este bello libro que nada más reseñar en Anika Entre Libros, fue rápidamente comentado por varios de sus lectores.
...Esta humanidad se encuentra en estos momentos al final de un ciclo planetario y al comienzo de otro. Unos van a “aprobar el curso”, otros deberán repetir curso en otra aula o quizás estancia...
...Lo que escribo siempre va ligado a la búsqueda espiritual, a las profundas inquietudes del corazón. Las dudas existenciales necesitan ser respondidas...

ENTREVISTA

¿Cuándo, cómo y por qué nace en ti la necesidad de plasmar tus experiencias, sentimientos y reflexiones por escrito?

Claudia Bürk:

De niña, ya dejaba mis impresiones y sentimientos plasmados en un diario. Las palabras fueron las manos que me rescataron del abismo. En mi casa usábamos tres lenguas distintas para comunicarnos y aun así, no se lograba una comunicación aceptable. Aquello me dolía. Me obsesioné entonces con buscarle nombre a todo. Pero, finalmente, decidí vivir para las letras tras la muerte de mi padre. Dice mi amigo filósofo Manuel Navas, que aquél que escribe no es nada, aquél que dicta, lo es todo.

“Desde el penúltimo rincón de mi espejo” es un compendio de tres años de intensa actividad creativa. ¿Qué criterio de selección has seguido para incluir unos textos y no otros?

Claudia Bürk:

La verdad es que unas semanas antes de Navidad se me ocurrió la idea de crear un libro de relatos para obsequiar con él a los amigos y familiares en las fechas navideñas. Todo fue muy rápido. No hubo criterio de selección. Pero si dejé fuera del libro aquellos escritos algo más “duros”, las críticas y los artículos sobre física u opiniones varias. También quedaron muchísimos más textos metafísicos guardados, y con ellos se podría llenar otro libro como éste.

El libro está estructurado en tres bloques: cartas y relatos, poemas y reflexiones. Me gustaría que explicaras a nuestros lectores qué tipo de textos pueden encontrar en cada una de estas secciones y a qué obedece el que hayas optado por esa división.

Claudia Bürk:

Esa división fue puramente casual, con la intención de seguir un orden. El libro entero es una obra que surge de una idea repentina, como ya he dicho antes. Las epístolas y relatos encierran en sí, quizás, mis propios lamentos y exclamaciones. Existen fábulas y metáforas para explicar los misterios mundanos y divinos. Poemas, que también son clamores o alabanzas. Y, finalmente, en las reflexiones salen a flote todas esas inquietudes o respuestas ocurrentes que todos hemos sentido como nuestras alguna vez.

El primer bloque de relatos se inicia con varías epístolas o cartas. ¿Qué encuentras de atractivo en el género epistolar para que lo utilices con tanta frecuencia como opción narrativa?

Claudia Bürk:

Es cierto que es el género al que más he recurrido. Las miradas y el silencio son quienes recogen todas las palabras, ruegos, súplicas e inquietudes. Cuando los demás nos miran sin querer vernos, no queda otra que hacérselo saber con palabras escritas. Silenciosas cartas que he utilizado en muchísimas ocasiones para llegar a quiénes no podía (léase mis padres, amigos o, en última instancia, a esa persona amada que ignora por completo qué encierra realmente mi corazón).

Encuentro un contraste muy fuerte entre las cartas dedicadas a tu padre y la que escribes a tu madre, que resulta en comparación mucho más dura o implacable.

Claudia Bürk:

En efecto, las cartas de o a mi padre sí hablan de una realidad, sin embargo, la carta a la madre es dirigida a una madre, puede ser cualquiera, no la firmo con mi nombre.

Con “Carta Secreta de W. A. Mozart” ganaste en el 2007 el Primer Premio del concurso de Cartas de Amor de Coria. ¿Qué aspectos del personaje fueron los que más te motivaron a escribirle esta carta?

Claudia Bürk:

Siempre admiré a Mozart porque su música me llegaba al corazón como una magnánima revelación. Con seis años de edad, el profesor de música nos puso la Lacrimosa en el tocadiscos. Recuerdo que me levanté de la silla y me puse a llorar de emoción. Ese suceso luego hizo que se me tachara de rara. En la personalidad de Mozart, que sale a través de sus composiciones, encontré a un alma gemela. Alguien a quien admirar e incluso amar. No importaba que estuviera muerto, que fuera ahora sólo leyenda: llegué a enamorarme de Mozart porque no podía prendarme de alguien de carne y hueso.
¿Cuáles son los temas que te gusta abordar en tus relatos?

Claudia Bürk:

Lo que escribo siempre va ligado a la búsqueda espiritual, a las profundas inquietudes del corazón. Las dudas existenciales necesitan ser respondidas. Las palabras pueden ser depositarias de lo sacro. En todo lo que nos rodea existe un poema abierto. La condición humana está llena de posibilidades. Yo únicamente trato de recordarlas. Poder llevar a la escritura todas las contingencias y “traducirlas” a palabras es lo que me hace ser una simple herramienta del mundo visible e invisible.

Para escribir tus relatos partes casi siempre de experiencias personales o autobiográficas ¿Por qué?

Claudia Bürk:

Decía Octavio Paz: "Yo escribo: hablo conmigo, hablo contigo" Cierto que en este libro hay mucha autobiografía pero, por otra parte, escribí muchas cosas que no lo son. Cuando existen tantas experiencias pesadas en el corazón, tratas de volcarlas en las palabras. Las que quisiera decirles a otros, muchas veces a quienes me es imposible acceder. A quienes me está vetado hacerlo. Es entonces cuando esa distancia o el dolor se alivian.

De todas ellas (la curación de una paloma, el agradecimiento a un médico que salva la vida a la protagonista…) la que más me llama la atención es la que aparece en “A la faz de la muerte”, relato en el cual narras una experiencia más allá de la muerte ¿Viviste realmente dicha experiencia?

Claudia Bürk:

Sí y en varias ocasiones que no voy a mencionar ahora. Cierto es que en esa orilla entre la vida y la muerte nunca regresas igual. De ahí volví con un saco lleno de “imperceptibilidades” para la vida real que necesito llevar a los demás, porque las han olvidado en el aquí y ahora. Supe (como dice acertadamente mi amigo Manuel Navas) que el sufrimiento pule, purifica y eleva. Y aquello que estuvo oculto, lo saca a la luz del sol. Tras esta experiencia, ya no le tengo apego a los resultados de mis acciones; sí a la espera del resultado. Comprendí que formamos parte del TODO y que nosotros somos tan Dios como lo son los árboles y las piedras. No hay que tener miedo a la muerte, ella nos lleva de lo ficticio a lo real. También comprendí que no estabábamos solos, que las religiones son todas una sola cosa y que realmente existimos desde siempre en un permanente presente.

¿La Leyenda de Withilt está basado en una leyenda real o ha nacido por completo de tu imaginación?

Claudia Bürk:

Es absolutamente imaginaria. Cierto, que me inspiré en un escrito del autor Stefan Zweig. Todo es inventado, los nombres, los lugares y hasta la era temporal donde sitúo el transcurso de la historia.


¿Y qué reflexiones quieres trasmitirnos a través de la narración de dicha leyenda?

Claudia Bürk:

En ella trato de hacer ver que errar es cosa de hombres y no de demonios. Que siempre estamos viviendo, ahora igual que entonces, en una especie de circo romano (palabras de mi amigo Fernando Yagües). Que tan pronto te aplauden como te echan a los leones. No deja de parecerme muy triste que el ser humano no se reconozca en sus semejantes. Nos hace falta mucha comprensión y todavía más empatía para vencer el ego y trabajar en pos de un destino común. Habría que comprometerse total y absolutamente con el resto de personas. Gastar más tiempo en entregarnos, en vez de estar a la defensiva.

En tu texto da la impresión que mantienes con Dios una relación muy íntima no exenta de gran misticismo ¿Qué piensas de grandes místicos como Santa Teresa o San Juan de la Cruz?

Claudia Bürk:

Tanto ellos como los que fueron llamados “profetas” son los “contactados” de hoy. Manuel Navas no es menos Santo que San Juan de la Cruz. Siguen existiendo. Santa Teresa adquirió sus dones y virtudes a través del sufrimiento, la devoción y lo más importante: la humildad. Así recordamos que dijo: "Soy un alma muy pequeña, que sólo puede ofrecer cosas muy pequeñas a Nuestro Señor, pero quiero buscar un camino nuevo hacia el cielo, muy corto, muy recto, un pequeño sendero… Estamos en la era de los inventos. Me gustaría encontrar un elevador para ascender hasta Jesús, pues soy demasiado pequeña para subir los empinados escalones de la perfección…".


San Juan de la cruz dijo del mundo, de nosotros y de Dios que es todo eso: "¡Oh, llama de amor viva!". Todos podemos llegar (y de hecho llegaremos) a ese (re)conocimiento que ellos experimentaron, manteniendo los ojos y los oídos muy abiertos, sabiendo que el amor lo es todo, que edifica todas las cosas. Ver la Deidad Viviente en nuestro prójimo y en todo cuanto nos rodea, nos elevará a estados de conciencia más felices. Y ser felices es nuestro máximo deber como seres humanos.

¿Qué simbología tiene para ti la figura del ángel caído o de qué modo te sientes identificada con él?

Claudia Bürk:

Es una muy buena pregunta. Sencillamente, me siento parte de esa historia que explica la Biblia acerca de la creación y la rebelión de los cielos, como todos los demás tienen su papel en la misma, naturalmente. Muchas veces las metáforas recogen grandes verdades y sucesos olvidados o no reconocidos. Me gusta la figura del ángel caído pero arrepentido, que trata de volver a Dios. No es otra simbología más para mí sino, nuevamente, mi inquietud por la forma negativa de ver la ejecución de los errores. Lo que ignoran las personas, es que “Lucifer” es también Dios, y Éste le ha perdonado su rebeldía desde el principio. Él es quién no logra aceptar este acto de perdón absoluto y la ira hacia sí mismo, sigue haciendo de él el ser malvado que siempre fue (comprenderás que ahora yo también recurro a la metáfora, porque hay cosas que la requieren)…

Me llama la atención también cómo con frecuencia para ti la muerte puede llegar a ser una liberación. No la presentas como algo negativo o tenebroso.

Claudia Bürk:

En efecto, la muerte no es como nos la presentan o nos la presentamos a nosotros mismos. No recordamos porque hemos olvidado. Lo desconocido es desconcertante. En el macro-ser, todo muta y todo cambia pero siempre es y siempre se es. El hombre jamás muere, ni aun queriéndolo. La muerte no existe. Tan sólo es el cambio de una realidad a otra más real. El universo es un proceso ininterrumpido de vida. En el existe desde siempre una “fraternidad cósmica”. Es un error querer dividir, separar y fragmentar las cosas e ideas. Todo es UNO, y lo sabremos al “morir”. La muerte es un medio que nos lleva a reconsiderar el camino andado, nada más.

¿Qué criterio sigues cuando optas por expresar algunas cosas en poesías en vez de en relatos?

Claudia Bürk:

En realidad no sé mucho de criterios literarios. Mi escritura obedece a un ciego impulso. Nunca sé si lo hago bien o mal, sólo lo hago. La poesía es más metafórica, se puede jugar con las palabras, hacer un puzzle con ellas y eso me gusta muchísimo.


¿Y qué cosas te sirven como inspiración poética?

Claudia Bürk:

Ahí sirve cualquier cosa. El mundo es un lugar asombroso. Lo es todo cuanto alcanza la vista y los sentidos. Todo merece un poema y una alabanza.

De todos modos, en tus relatos también existe una gran carga poética y simbólica…

Claudia Bürk:

Sí, ésa es la intención. Siempre está la inquietud de darle nombre a lo innombrable. Y la poesía, el simbolismo y la metáfora son de gran ayuda. No es premeditado, pero comprendo que muchas veces lo que trato de decir debe ser releído para poder ser comprendido.

En tus reflexiones planteas a tus lectores cuestiones de carácter ético-moral, religiosas o filosóficas. ¿Cuáles piensas que resultan más fundamentales en la sociedad actual?

Claudia Bürk:

La regla número uno a respetar es la visión hacia el Todo, hacia los demás y todas las cosas con los ojos del AMOR. Es importante abordar el mundo con alegría, optimismo, empatía y felicidad. Estas virtudes son los brazos del amor. Todo existe por y para el Amor. Amar es sembrar conscientemente el bien en todo lo que nos rodea. Amar es perdonar a aquél que más nos daña u ofende, pues en la comprensión radica el antídoto. Si devolvemos un mal al mal creado, sólo conseguiremos aumentar el mal en el mundo.


Hay que vencer el ego (es el “mal real” de la humanidad) para luego poder decir realmente “Ego sum”. Hay que actuar con humildad. No adorar a nadie ni a nada, pero si servir al Todo y a todos, siempre. Somos nuestro propio destino, nosotros formamos nuestro eterno devenir. Debemos mirar en nuestro interior, analizar nuestras reacciones cada día para llegar a saber quiénes somos de verdad. Así llegaremos a ser el espejo en el que pueden mirarse los otros sin temor a equivocarse.

Esto es todo, Claudia, si quisieras añadir alguna otra cosa más…

Claudia Bürk:

Decir, para finalizar, que este libro (como los que vendrán) no están escritos por mí, sino por el mundo y por todos los que lo habitan. Sólo soy una pluma en manos del universo.


Darte las gracias a ti y a Anika, por vuestra ayuda en mi camino. Esta oportunidad de expresarme es un gran regalo que me hacéis de corazón. Recordarte que cada acto de ayuda y buena intención es una semilla que traerá su fruto, tarde o temprano.


Decir, como última opinión, que las personas tengan fe, que no están solas en el universo y que en un tiempo no lejano, cada hombre y cada mujer aprenderá a amar a todas las criaturas y seres de la creación. Porque en ese tiempo, sus corazones y almas se llenarán con el Amor Divino… Un nuevo reto evolutivo se encuentra a la vuelta de la esquina. A partir de 2012 observaremos algunos cambios. En los próximos años, nuestro sol entrará en una actividad electromagnética distinta. Esta humanidad se encuentra en estos momentos al final de un ciclo planetario y al comienzo de otro. Unos van a “aprobar el curso”, otros deberán repetir curso en otra aula o quizás estancia. Pero todos y todo seremos conducidos a una existencia superior.


En especial agradecimiento a Begoña Bolaños, quien me ayuda desde el anonimato, y siempre me tiende su mano.

Joseph B. Macgregor

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