Presentación de la novela “Taradas” (Ediciones Carena) de Viviana Fernández

Lo primero que me llamó la atención al abrir el libro y al comenzar a leer las primeras páginas del mismo es el impecable talento literario de su autora. Viviana Fernández escribe con sutileza, posee un estilo impecable, una astucia sorprendente al combinar palabras e inventar un ingenio que llama la atención. Viviana trata a la realidad desde una perspectiva inédita: detrás de cada persona, una posibilidad, un alumbramiento o drama. Personajes de carne y hueso, reales, transgresores. Personajes como otros, que se meten en problemas a causa de la eterna traba al no sabernos comunicar con los otros.

La cruda odisea que presentan, queda difuminada por las ironías y los toques de humor. Los textos de la autora están repletos de aciertos expresivos. Sus locuciones son ágiles, diría que económicas y directas pero no endebles; son precisas. Los diálogos fluyen con presteza, los personajes hablan como seres reales y no como seres novelescos. La sátira es un arma que Viviana esgrime de forma magistral, así como la vocación impactante de la historia, que sitúa en un escenario estándar urbano a unas mujeres imperfectas como tantas otras: mártires de sus circunstancias a las que el lector podrá poner seguramente nombres y apellidos, longitud y latitud desde su propia realidad observada.


La novela “Taradas” nos somete emocionalmente, nos hace reflexionar acerca de las distintas situaciones y experiencias con personas reales que nos rodean. Me llamó la atención que el libro no tiene un orden concreto, que los capítulos son cortos, lo que nos encontramos es un acopio de capítulos que van variando de personaje y de narrador. “Taradas” es una novela que gusta por muchas cosas: es amena, inteligente y señala las situaciones y conductas actuales entre la gente joven. Abarca los problemas emocionales de personajes en el presente, la importancia del sexo y el coqueteo con las drogas.

La historia provoca el típico “morbo”. El lector quiere seguir leyendo para meterse en la intimidad de los personajes y lo hace compulsivamente, fuertemente atraído por el mecanismo que descorre los velos de los tabúes habituales. El lector acaba sintiéndose en un apuro y no tiene más remedio que inventar una salida.”Taradas” es, resumido, un drama urbano acerca de cuatro mujeres jóvenes que tratan de construirse a sí mismas y se enfrentan a los tópicos de su edad. En la novela hay mezcla de estilos, pero fidelidad a una pulsión literaria propia de la autora. Existen las reflexiones profundas al unísono con las locuciones ligeras y superficiales de sus protagonistas. La novela nos hace reflexionar sobre nuestra propia moral, nos hace ser jueces, o por el contrario nos incita a aplaudir, según la escena descrita. Es una obra inteligentísima que nos incita a reflexionar acerca de la importancia que tiene la toma de decisiones, que mal reflexionadas, acabarán en desastre. La novela en según qué momentos, me recuerda en algo a la estética del siglo diecinueve dónde a menudo se llevaban al extremo los postulados románticos.

Personalmente, comencé mi lectura del libro recelosa, con prejuicios, pensando “Válgame Dios, esto debe ser de nuevo el típico topicazo para satisfacer la morbosidad de los voyeurs sociales”. Pero qué grande acabó siendo mi sorpresa al descubrirme a mí misma ─yo, moralista y recatada en mi conducta habitual con los demás─ viéndome atrapada por la trama del libro de tal modo que me vi obligada a leérmelo de un tirón y eso que estaba en el trabajo y distraerme tanto, podía entrañar ciertos riesgos. Pero la trama me secuestró. Me resultó imposible dejarlo hasta el final. Y cuando, en conclusión, terminé con la lectura, me quedó un extraño sentimiento de culpa, un sabor agridulce en el corazón. Me replanteé mis propios principios morales. El libro me sirvió como ejercicio de conciencia, en este sentido me vi superada, me “dio caña” para alejarme de la autocomplacencia que me dan mis prejuicios.

De pronto me vi a mi misma como a una cínica que se había comprometido a cal y canto con una manera de sentir, con la metafísica de sus costumbres, la manera de pensar y condenar a los que no lo hacían como yo. Me di cuenta que había tratado de cerrar los ojos todo el tiempo, al resistirme a analizar las conductas de los otros que me escandalizaban, ante el reconocimiento de la atracción por lo morboso, que ─como dice el propio editor de la novela─ “revestido de placer, nos llama al filo de la navaja y que a muchos nos asusta y a otros no”. Ahora entiendo que moralizar a veces es inmoral y que escandalizar es también un derecho, ser motivo de escándalo puede ser lícito y que quien rechaza ser escandalizado, ─como yo misma hasta ahora─, es un moralista.

En resumidas cuentas, gracias a ésta novela, la mente me quedó más despejada, más libre de ataduras morales y puede que “Taradas” haya hecho que ahora sea más cauta a la hora de emitir un juicio sobre otros. También me ha aportado, como dije al principio un ejemplo de literatura impecable y cómo no, un estupendo entretenimiento. Al final, me supo a poco y creo que a todo aquel que lea “Taradas” le gustaría que Viviana escribiera una segunda parte.

Quiero felicitar a la autora por éste impecable trabajo y me atrevo a augurarle un excelente futuro literario. Pues si con una primera novela ha demostrado tanto perfeccionismo de estilo, ¿qué no será capaz de ofrecernos en el futuro?

¡Muchas felicidades, Viviana!


Claudia Bürk

Esta presentación también fue publicada en la web Anika Entre Libros

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